Los tacones del poder


 Extracto del artículo publicado en el diario La Razón el pasado 21 de enero de 2012.
El poder de un imperio se concentró una vez en la altura de su monarca. Luis XVI, «el Rey Sol», no sólo impulsó sus originales costumbres de vestuario –enormes pelucas de pelo natural y mangas adornadas de ricos encajes venecianos–, sino que fue el primero en utilizar tacones en sus zapatos masculinos. Sus caprichosos pedidos iban siempre dirigidos a su zapatero de confianza, el francés Nicholas Lestage, que trataba de contrarrestar la corta estatura de su cliente con imaginación y elegancia. La zapatería de «monsieur Lestage» ha mantenido su prestigio a lo largo de las décadas. Artesanales, hechos a medida y bajo la más estricta confidencialidad, los zapatos con alzas son auténticas obras de ingeniería. A cada par se le dedican un mínimo de cuatro meses, y sus precios jamás bajan de los 2.000 euros.

Centímetros de más
Ahora, Lestage ha encontrado otro cliente de altura a quien ofrecer sus servicios: el presidente de la República de Francia, Nicolas Sarkozy, se ha convertido en el alter ego del monarca gracias a su afición por las alzas. Hace menos de una semana, el mandatario galo acudía a Madrid para recibir de manos del Rey el Toisón de Oro. Allí se pudieron observar los enormes tacones de más de siete centímetros que lucía. Y es que en el mundo de la política, la altura física cuenta muchas veces más que la metafórica .

«Los hombres bajos compensan su estatura con la agresividad». Así lo afirma Alfred Adler, el psicoanalista que propugnó la teoría del «Napoleon complex». Y es que el francés que conquistó medio mundo medía tan sólo 1,67, una carencia que equilibraba con un marcado mal genio. Stalin (1,65), Hitler (1,72), Mussolini (1,69) o el recién fallecido Kim Yong Il (1,60) son ejemplos que demuestran la relación inversa entre altura y amabilidad.

El heredero napoleónico es Nicolas Sarkozy. Sobre sus medidas nadie alcanza una certeza: los rumores varían entre 1,65 y 1,67 metros, algo de lo que nunca se puede estar seguro debido a su afición por las alzas ocultas en sus zapatos. Pero el Ejecutivo galo emplea otras técnicas: además de someter a su esposa –la altísima modelo Carla Bruni, 1,80–  a vivir alejada de la moda y no calzar más que aburridas manoletinas planas, su peluquero personal le aconseja un peinado hacia arriba que le haga ganar altura. Por no hablar de las plataformas que «Sarko» ordena colocar tras los atriles o de su actuación en la visita a una fábrica de Normandía, donde  dio un discurso televisado en el que aparecía rodeado de trabajadores. ¿El escándalo? Fueron contratados «ex profeso» por su corta estatura para no hacer sombra al presidente.

Como casi todo en esta vida, la mejora estética tiene un precio. El calzado de los gobernantes está hecho de los mejores materiales y la investigación que requiere tiene un alto coste, por lo que puede alcanzar hasta los 30.000 euros. «Aunque la crisis ha provocado que las ventas se resientan, se trata de un mercado en alza cuyos productos demanda cada vez más gente», afirma José Carlos Jiménez, director de la empresa Soy Alto. Y según el empresario, no sólo los bajitos acuden en busca de sus alzas y zapatos con tacón, sino que los altos los utilizan para conseguir una figura más estilizada. «Ser alto hace parecer delgado, pero a pesar de los tiempos que corren, los hombres se siguen avergonzando».

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